jueves, 31 de julio de 2008

JAMES DEAN (1931-1955)



REBELDIA TRAGICA

Por Jesús Iglesias Lerroux


James Dean fue un actor, en efecto, pero él nunca se consideró como tal y en no pocas ocasiones, no obstante ser tan parco para hablar, manifestó su inconformidad con cuanto representaba la industria fílmica y las “caducas instituciones sociales”, como dijo más de una vez refiriéndose al modo de vida norteamericano.

Símbolo de la época, Dean gritó al mundo su amarga soledad. Y como para corroborar que la más famosa de sus películas —“Rebelde sin causa”— no era un simple filme sino el desahogo de toda una generación, se trastocó a sí mismo en el joven inadaptado, en el prototipo del rebelde.

Su muerte se debió a un accidente, desde luego, pero en realidad fue un suicidio disfrazado. Hastiado de la popularidad que le proporcionó su breve pero vertiginosa carrera, menospreciando la fortuna que le había dado el cine y un porvenir venturoso, Dean se mató de una manera absurda a los 24 años de edad, en 1955.

Antes de aquel fatal accidente, Dean había flirteado con la muerte en un juego muy en boga por aquel entonces. Consistía en lanzar el automóvil a ciento y pico de kilómetros y frenarlo lo más cerca posible de la orilla de un precipicio. Dean lo practicó muchas veces y en todas estuvo a punto de caer al abismo. Cuando se mató finalmente en una autopista manejando su Jaguar rojo, hacía tiempo que había rebasado las estrechas márgenes del peligro, su aliado de siempre.

La desaparición del joven actor fue una especie de alborada para millones de adolescentes que lo consideraban un líder, un símbolo, el mito que fue en realidad.

James Dean y otro actor mayor que él —Marlon Brando— habían plasmado fílmicamente el ideal de una juventud que clamaba por un cambio y a gritos siempre y en ocasiones empleando la violencia, trataba de lograr lo que quería.

Dean en “Rebelde sin causa” y Brando en “Salvaje”, fueron muy pronto imitados por millones de fanáticos adeptos. La juventud norteamericana, que arrastraba desde la guerra de Corea un desasosiego en busca de una salida, se lanzó a la calle a llorar a Dean, copió su introvertido proceder, se puso pantalones de mezclilla y se manifestó contra los cánones establecidos.

Fue así como nació el rebelde sin causa, antecesor del pandillero de hoy, si bien entonces muchísimo menos sanguinario y psicopatizado que el actual.

James Dean fue también, en cierto modo, el precursor de los “beatnicks”, especie de “hippies”, pero con pelo corto y con ideas tomadas de los panfletos de Jean Paul Sartre. El léxico, los ademanes, el modo de vestir de aquellos muchachos no ha desaparecido del todo.

James Dean debutó en 1950 en la televisión y, tras una fugaz aparición en el recientemente comercializado portento electrónico, pasó al teatro. No destacó mucho en la escena, pero acumuló bastante experiencia y asimiló las enseñanzas impartidas en el Actor’s Studio, al que acudía sin dilación entre función y función.

Elia Kazan, que ya había dirigido a Marlon Brando en “Nido de ratas”, vio en Dean el arquetipo que demandaba la juventud y lo lanzó a la fama. Su primera película, bastante mediocre por cierto, fue “A bayoneta. Después completó la trilogía de películas que lo elevaron a la categoría de ídolo: “Rebelde sin causa”, “Al este del paraíso” y “Gigante”.

En su película antológica —“La historia de James Dean”— producida años después de su muerte, se le glorificó hasta la exageración.

En la actualidad las películas de Dean constituyen material de cine-clubes. Muchos jóvenes que lo han visto en la pantalla pero ignoran hasta que punto fue el pionero de la rebeldía, lo tienen como un personaje mítico, generalmente en un enorme poster en su habitación, no tanto por lo que saben de él, sino por lo que de él les han contado.

James Dean, pues, sobrevive a su temprana muerte.


viernes, 25 de julio de 2008

LESLIE HOWARD (1893-1943)



DERRIBADO POR LOS ALEMANES

Por Jesús Iglesias Lerroux


Una helada mañana del 6 de noviembre de 1943 fue abatido sobre el Atlántico un avión de pasajeros.

El alto mando alemán tenía la seguridad de que en aquel aparato viajaba de incógnito Winston Churchill, a la sazón Primer Ministro Británico. Churchill, en realidad,no abandonó un instante Londres, pero el Servicio de Inteligencia inglés hizo creer lo contrario a los alemanes.

En el avión que la cuadrilla de cazas germanos derribó viajaban algunos funcionarios menores del Foreing Office y el actor británico Leslie Howard, a quien más de una vez los periódicos londinenses habían ligado con el Servicio de Inteligencia de su país.

Howard, mundialmente famoso desde su actuación en “Lo que el viento se llevó”, filmada en 1936, no desmintió jamás las versiones de que, independientemente de su carrera cinematográfica, el gobierno de Su Majestad lo tenía como elemento activo en el servicio de contraespionaje.

El avión en que viajaba Leslie se desplazaba rumbo a España, país moralmente unido a los alemanes en la conflagración. Esto hizo que los rumores de que Howard era un agente cobraran más fuerza.

El actor tenía 50 años cuando le sorprendió la muerte. Su pérdida significó un duro golpe para el cine inglés, pues Leslie estaba catalogado como uno de los mejores actores británicos de todos los tiempos.

Entre sus principales películas figuran “Un alma libre”; “Servidumbre humana”, filmada en 1932; “Pimpinela Escarlata”; “Romeo y Julieta”, con Norman Shearer en el papel femenino; “Pigmalión” y, desde luego, “Lo que el viento se llevó”, donde compartió créditos con Clark Gable, Vivian Leight y Olivia de Havilland.

Howard, cuya atildada personalidad corrió siempre pareja con sus finos modales, se desempeñó también con acierto como director. Sus películas “Paralelo 49” y “Bala de fuego” fueron bien tratadas por la crítica.


sábado, 19 de julio de 2008

ACCIDENTES

¿UNA PREDISPOSICION NATURAL?

Por Antonio Castro Manzano

De ninguna manera.

La gente del cine ha muerto y sigue muriendo en un accidente por causas más simples.

Los continuos desplazamientos por tierra, mar y aire a que se ven obligados productores, directores, actores y técnicos; el apresuramiento, en ocasiones, y desde luego los riesgos de una filmación en condiciones desusadas, son el nutrimiento de las elevadas estadísticas.

Por lo general, la gente del cine muere en las carreteras al volante de un automóvil o en una tragedia aérea, si bien hay quienes mueren accidentalmente de la manera más absurda: una resbalada en el baño; un paso en falso en las alturas, y hasta de asfixia por glotonería.

Algunos de los aquí citados murieron mientras filmaban, bien por negligencia de alguien, bien por la falta de cuidado propio; otros por causas enteramente fortuitas, no predecibles. Y hay muchos, desgraciadamente, por mezclar la gasolina con el alcohol.

La gente del cine muere por muchas causas y de muchas maneras diferentes, pero no porque tenga predisposición natural a la tragedia.

FRIEDERICH W. MURNAU (1888-1931)




¿CASTIGARON LOS DIOSES SU OSADIA?

Por Jesús Iglesias Lerroux

En una de las tantas islas de los Mares del Sur, la actividad era inusitada aquella cálida mañana de mayo de 1931. Un ejército de actores, técnicos y ayudantes daban los últimos toques al escenario donde habría de rodarse la secuencia final de la película “Tabú”.

El director, Friederich W. Murnau, que lograría con esta cinta una bellísima historia de amor, dio instrucciones a los indígenas Rori y Metahi, protagonistas principales, y luego ordenó que se pusieran en movimiento las cámaras.

Un grupo de indígenas, ocultos en la maleza, observaban con manifiesto terror cuanto ocurría en aquel pedazo de selva. Al concluir las toma dos nativos se acercaron a Marnau y en su dialecto —que Rori se encargaría de traducir— le reclamaron profanar lugares sagrados, lo cual traería sin duda sobre él la ira de los dioses.

Murnau rió incrédulo y ordenó entregar unas baratijas a los indígenas.

Un mes más tarde, ya en Estados Unidos, Murnau transitaba por la carretera a Santa Bárbara, en California, cuando su automóvil derrapó súbitamente y se volcó.

Murnau murió desnucado.

Los polinesios, que desde un principio se opusieron a la filmación de “Tabú”, estuvieron convencidos de que los dioses habían castigado la osadía del cineasta alemán, indudablemente uno de los más prolíficos y excepcionales que ha dado el cine.

Murnau estudió en Berlín historia, literatura, filosofía y música, primero en la Universidad de Heilderlberg y más tarde en el Conservatorio Nacional. Ingresó luego a la escuela de arte dramático de Max Reindhart y de allí salió para dirigir películas.

Durante la primera guerra mundial, Murnau combatió en varios frentes y fue herido de gravedad. Derribó ocho aviones y fue condecorado once veces.

Entre sus mayores éxitos están “Nosferatu”, libre inspiración de la novela “Drácula” de Brian Stocker; “El último”, un poema trágico, y “Tartufo el hipócrita” y “Fausto”, de Moliere, las dos antológicas e interpretadas magistralmente por Emil Jennings, en la primera como Tartufo y en la segunda como Mefisto.

En “Fausto”, Murnau desplegó tal fantasía e imaginación que Hollywood lo llamó. En Estados Unidos hizo, entre otros filmes, “Amanecer”, “Los cuatro diablos”, “El pan nuestro de cada día” y, desde luego, “Tabú”.

Murnau fue uno de los pioneros del impresionismo-realismo en el cine y quien introdujo en la industria elementos diferentes, francamente innovadores, como audaces tomas y enfoques que marcaron la pauta a los demás realizadores. Fue, ciertamente, un hombre que con el megáfono en la mano se anticipó a su tiempo.

Su muerte, a los 42 años, privó a su patria de adopción, Estados Unidos, y a su patria real, Alemania, de uno de los mejores cineastas de todos los tiempos.

sábado, 12 de julio de 2008

JOHN LENNON (1940-1980)




EN LA MIRA DE UN PSICOPATA

Por Jesús Iglesias Lerroux

Un hombre aparentemente sereno esperó a que John Lennon bajara de su departamento, en Nueva York, se acercó a él, pronunció su nombre y disparó a quemarropa en cinco ocasiones. Era el 8 de diciembre de 1980.

Mientras la esposa de Lennon, la artista japonesa Yoko Ono, lloraba histéricamente, el músico británico de 40 años alcanzó a exclamar: “Estoy herido... estoy herido...”. Luego dio unos cuantos pasos y cayó al piso, muerto.

Lennon, uno de los gigantes de la música moderna, murió a manos del fotógrafo ambulante David Chapman, de 25 años, quien después de disparar arrojó al suelo el revólver 38 y esperó inmutable su arresto.

Chapman, alto, fornido y de ojos azules, era un psicópata que tenía en la mira, además de Lennon, al comentarista de televisión Johnny Carson, a Elizabeth Taylor, a George Scott, al gobernador de Hawaii, de donde procedía Chapman, a Jacqueline Onassis y a Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos.

La historia de Los Beatles es también la historia de la música moderna, pues fueron John Lennon, George Harrison, Paul McCartney y Ringo Star quienes revolucionaron el mundo juvenil e introdujeron una música enteramente nueva y de gran calidad.

El conjunto se caracterizó por su largo pelo, que inmediatamente copiaron millones de adolescentes; por su filosofía, muy particular, y por haber roto con el status que se antojaba caduco y pernicioso. Por todo ello, Los Beatles se constituyeron en el grupo musical más popular, más cotizado y más excitante de que se tenga memoria.

Juntos o separados, Los Beatles aprovecharon su enorme fama para hacer cine, un anhelo que siempre habían alimentado.

Filmaron juntos “El submarino amarillo”, “La noche de un día difícil” y “¡Help!”, cintas musicales rodadas según la temática del Free Cinema. También produjeron y dirigieron para la televisión británica “Mistery Fantastic Tour”.

Ringo Star protagonizó individualmente “Candy”, de Christian Marquand, y “Orgía dorada”, junto a Peter Sellers, entre otras.

En cuanto a John Lennon, su primera experiencia cinematográfica individual fue con “Cómo gané la guerra”, de Richard Lester.

Los escándalos que protagonizaron Lennon y Yoko Ono fueron de antología. Casi al finalizar 1970 editaron por su cuenta y riesgo, y a un costo de 30 mil libras esterlinas, millares de posters con un mensaje pacifista: “La guerra ha terminado”.

Condicional y carismático, la actividad yokolennoniana prendió fuerte en Estados Unidos, París, Roma, Estocolmo, Atenas y Tokio. En fin, en todo el mundo civilizado.

En Europa y en Oriente la pareja dejó una ola de resquemores. Sus mítines antibélicos, su desprecio por el orden establecido, su adicción a las drogas y su particular moral, les granjearon muchos enemigos.

En 1970 Lennon y Yoko provocaron un fenomenal escándalo —el quincuagésimo— cuando aparecieron en la portada de un disco sin más indumentaria que los lentes de John. El disco, claro, se vendió por centenares de miles. Empero, la falta de pudor de la pareja levantó oleadas de protestas a las que ellos, como de costumbre, permanecieron ajenos.

Como final de un periodo ciertamente conflictivo, Lennon y Yoko fijaron su residencia en Nueva York, no sin antes haber solicitado, hasta con humildad, la visa de entrada que tanto se les había negado.

Deshecho el conjunto Los Beatles, con más años y un hijo que cuidar, John Lennon se alejó del escándalo y se dedicó a producir más música inmortal.

Su muerte, a manos de un desequilibrado, constituyó un duelo mundial.

lunes, 7 de julio de 2008

SAL MINEO (1939-1976)



APUÑALADO EN HOLLYWOOD

Por Jesús Iglesias Lerroux

Un hombre tambaleante, con la camisa tinta en sangre y gritando desesperadamente, alcanzó a correr diez o doce metros desde la puerta de su hogar y luego cayó junto a la acera, agonizante.

Los vecinos llamaron a la policía y una ambulancia. Pocos minutos después, el tranquilo sector hollywoodense, habitado en su mayor parte por actores, entró en conmoción.

Cuando el hombre era introducido en la ambulancia, dejó de existir. La policía comprobó  que su billetera estaba intacta, pero no descartó el robo como móvil del crimen. Coligió que la víctima trató de defenderse y ello le costó la vida.

Sal Mineo, el actor que hiciera famosas las navajas de resorte y la chaqueta de cuero, características del delincuente juvenil de la época, murió de cuatro puñaladas el 13 de febrero de 1976.

Su asesino resultó ser Lionel R. Williams, un negro de 21 años que estaba en libertad condicional por falsificación de cheques.

En la celda de la prisión donde fue albergado Williams, se colocó un micrófono. Williams narró los pormenores del crimen a su compañero de reclusión, pero jamás aclaró si había matado a Sal para robarle o por cualquier otro motivo.

Mineo vivía solo —nunca se casó— y llevaba una existencia tranquila, aunque alejado de la familia, que residía en Nueva York. Le sorprendió la muerte en los días que ensayaba la obra “Posdata: tu gato ha muerto”, que debería estrenarse la semana siguiente en un teatro angelino.

Hijo de un matrimonio italiano emigrante, Mineo nació en Nueva York el 10 de enero de 1939. Contaba al morir 37 años.

En el papel de delincuente juvenil en la película “Rebelde sin causa”, junto al también desaparecido James Dean, ganó un Oscar, trofeo que agregó al Emmy obtenido por su papel de Dino en una serie de televisión. La crítica lo elogió sin embages por su interpretación del baterista Gene Kruppa y la encarnación de un terrorista en “Exodo”.

La mayoría de los papeles que le adjudicaron tuvieron relación con la delincuencia juvenil, lo que hizo que se le conociera como “el chico de la navaja”. Mineo raramente hizo vida social y se le conocían pocos amigos, todos actores.

Entre sus películas más sobresalientes figuran:

“Seis puentes para cruzar”, con Charlton Heston; “La vida privada del Mayor Henson”; “El planeta de los simios” y, desde luego, “Rebeldes sin causa”.

En televisión destacó en las series “Ellery Queen” y “Joe Forrester”. Y en teatro triunfó en varias obras, entre otras “El rey y yo”, con la que conquistó Broadway.

miércoles, 2 de julio de 2008

SHARON TATE (1943-1969)



UN CRIMEN ESPELUZNANTE

Por Jesús Iglesias Lerroux

Pocos crímenes, como el de Sharon Tate, han impactado tanto a la opinión pública.

El asesinato de la bella actriz y cuatro personas más figura, en los anales de la criminalidad, como uno de los más espeluznantes de que se tenga memoria. Fue un asesinato múltiple sin sentido aparente pero ejecutado con toda frialdad e inusitada violencia.

Sharon tenía 26 años cuando murió salvajemente acuchillada en el cuello, en el pecho, y en el vientre, donde latía, en su octavo mes de gestación, su primer hijo, fruto de su matrimonio con el director Roman Polanski, con quien se había casado un año antes en Londres, Inglaterra.

Antes de referirnos a Sharon en el plano artístico, incluiremos un extracto de la transcripción taquigráfica obtenida durante el juicio seguido contra Charles Manson, autor intelectual de estos y otros crímenes igualmente horrendos, y contra sus no menos sanguinarios secuaces.

Las palabras son de Susan Atkins, de 21 años, que tomó parte en el asesinato masivo:

“El hombre se enderezó, me agarró por el pelo y trató de golpearme. Tuve que luchar para no sucumbir”

Susan se refería a uno de los huéspedes de Sharon, sacrificado por los demás aquella calurosa tarde de junio de 1969 en la residencia que los esposos Polanski poseían en Bel Air, suburbio de Los Angeles.

Además de Sharon, fueron asesinados Jay Sabring, de 36 años, famoso estilista de Hollywood; Abigail Folger, de 26 años, hija de un conocido magnate; Voytock Prokowski, de 27 año, guionista de cine; y Steve Parent, de 18 años, amigo de Polanski.

“Caímos —continúa Susan— y el hombre quiso desarmarme, pero yo lo empujé y cayó sobre un sillón. Entonces lo apuñalé cinco o seis veces. Mientras esto sucedía, Abigail se había soltado y luchaba con mi amiga Katie. Otra compañera nuestra, Linda, vigilaba afuera de la casa, oculta en un automóvil.

“Todo era confusión. El hombre que yo había apuñalado se incorporó gritando. Yo me asusté y grité a mi vez: ¡Tex, Tex, ayúdame, haz algo...! Tex, que había ido con nosotros a la casa, sacó un revólver y disparó, pero se encasquilló. Me pidió entonces el cuchillo y con él remató al hombre...

“Sharon estaba solándose de la cuerda con la que la habíamos atado. Yo volteé y vi a Abigail luchando aún con Katie, quien por fin acuchilló a aquella mujer y ésta quedó inerme. Yo, entonces, me acerqué a Sharon por atrás y le apliqué una llave al cuello. Sharon empezó a suplicarme que no la matara, que la dejara vivir para que pudiera tener a su hijo. Katie me miró y yo le pedí ayuda. Pero ella salió a buscar a Tex, que estaba en el jardín. Yo seguí aplicando la llave a Sharon y ella volvió a suplicarme que no la matara, que lo hiciera por el hijo que estaba por nacer...

“Entonces regresó Tex. Sharon me miró fijamente y me dijo una vez más que no le hiciera daño, que la dejara vivir. Yo tenía que hacer algo antes de que se pusiera histérica. No puedo tener piedad contigo, le dije. Ella me miró extrañamente y entonces le clavé el cuchillo, primero en el cuello y luego en el pecho. Sharon cayó al suelo y empezó a sangrar. Me dijo algo pero no le entendí bien...

“Se acercó rápidamente Tex y me dijo que la acuchillara en el vientre. Yo le metí el cuchillo pero no me atreví a empujarlo más adentro. Entonces Tex me lo quitó y la apuñaló en el estómago tres o cuatro veces. Creo que él fue quien a mató, pues Sharon ya no dijo nada...

“Tex me ordenó entonces: regresa al jardín y escribe algo sobre la puerta. Se me ocurrió entonces una idea y me acerqué a Sharon. ¡Uf...!, allí había un ser viviente moviéndose en el vientre. Pensé abrírselo y sacar al bebé, pues escuchaba como gorgoteaba la sangre en el interior, pero no pude. Oí un ruido muy desagradable. Ahora sé que le llaman el cascabeleo de la muerte...

“Tomé una toalla y la empapé con sangre del pecho y el vientre de Sharon. Tex me ordenó: escribe la palabra cerdo... ¡Y así lo hice! Entonces, todos salimos corriendo. Tex, Katie y yo...”.

Cuando llegó la policía tropezó con un cuadro horrendo. Steve Parent yacía muerto en el jardín; Prokowski agonizaba en la puerta principal; Abigail Folger estaba muerta junto a un sillón; Jay Sabring también estaba muerto al lado de una mesa, sobre la alfombra. Y también en la alfombra, en medio de un gran charco de sangre, la actriz Sharon Tate.

Charles Manson y sus secuaces fueron arrestados algún tiempo después y confesaron estos crímenes y muchos más, entre ellos el de los esposos Bianca, que habitaban también en Bel Air y para quienes Manson y sus seguidores no tuvieron piedad alguna.

Susan, Katie y Linda, las tres pupilas del satánico personaje, fueron sentenciadas a cadena perpetua. Tex y Manson, sentenciados a morir en la cámara de gas. Pero, al abolirse la pena de muerte en California, se salvaron de ser ejecutados. Se les condenó entones a la pena máxima: 40 años de prisión.

Sharon Tate, hija de un oficial de la armada norteamericana, fue descubierta por el productor Samuel Goldwyn y lanzada al estrellato en “No hagan olas”. La actriz, que había estudiado arte dramático en el estudio de Lee Stremberg, hizo posteriormente “El ojo del diablo” y un año más tarde “La danza de los vampiros”, dirigida por Roman Polanski, con quien se casaría tres años después.

Sharon encarnó a la infeliz suicida en “El valle de las muñecas”, rodó un par de cintas en Italia y participó estelarmente en “La mansión de las siete palabras”. Si filme póstumo fue “12+1”, de Luciano Liciagni, donde compartió créditos con Orson Welles y Vittorio Gassmann.